Oporto: la ciudad de los azulejos y la bebida de los dioses

Oporto me hace sentir en casa. Es mi Galicia portuguesa.

Portugal fue un descubrimiento para mi. Ir a bordo de Vicky (nuestro viejo – más bien «vieja»- Land Rover 101), despreocupándome de todo, no tiene precio. Manu tenía su ruta muy clara. Yo sólo asomaba mi rostro, sentía la brisa y disfrutaba esa hermosa costa verde que desde Nazaré me llenaba de asombro. Mi francés favorito tenía una fijación con Lisboa. Yo, con Oporto. Ya conocía esa bebida prodigiosa, ahora necesitaba conocer de dónde provenía.

Para mí, Oporto -y su acento- era un pedacito de mi. Tal vez, porque estaba cerca de mi terriña o terrinha… y, aunque amo nuestra “ñ”, estaba feliz siéndole infiel.

De repente, Manu me dice: «llegamos a Oporto». No sé dónde estaba, quería conocer esa ciudad de la que tanto me hablaban, pero creo que estábamos perdidos. Una vuelta por aquí, otra por allí, una calle estrecha, empedradas….y…no me preguntéis cómo, pero estábamos a punto de cruzar el famoso puente de Don Luis I. Luego, supe que estábamos en Vila Nova de Gaia, la zona de las bodegas de este vino dulce. Al frente, la enigmática ciudad de Oporto o Porto.

Foto de Manu Delacroix

Oporto, la ciudad que ha dado nombre a Portugal, antiguamente Cale, era una pequeña aldea celta ubicada en la desembocadura del Duero a la que los romanos añadieron un puerto, puerto de Cale «Portus Cale», origen del topónimo Portugal.

Foto de Marita Seara

Antes de entrar enOporto, quiero detenerme en el medio de este puente. Deleitarme con el Río Duero, escuchar a lo lejos unas gaitas (que para mí suenan a Galicia) y enterarme de que, cuando salió a concurso el diseño de este hermoso puente, el mismísimo Gustave Eiffel (…sí, el de la Torre Eiffel) fue descartado. El diseño ganador corresponde al ingeniero alemán Téophile Seyrig, discípulo de Eiffel, quien se hizo con esta magnífica obra concluida en 1886.

Los techos rojos, el colorido, el olor a antaño, el movimiento, te atrapa, te atrae. Como siempre, vas con un poco de miedo porque no sabes en qué momento te encontrarás con una estrecha callejuela o un tranvía muy cerca de ti. Pero tuvimos suerte y logramos aparcar. Como toda ciudad turística, en verano es un poco asfixiante visitar…pero no por el calor (que no se sentía por aquí) sino por la cantidad de gente. Lisboa le gana en visitas, pero, para seros honesta, no cambio a Oporto por Lisboa. Aquí se conserva lo que yo quería ver: los azulejos.

Iglesia de San Idelfonso. Foto de Marita Seara

Los azulejos fueron traídos a Oporto desde Sevilla por Manuel I de Portugal en el siglo XV y, desde entonces, las fachadas de casas e Iglesias se visten de esta hermosa cerámica. Fue la Iglesia de San Ildefonso la que nos atrapó. Sola en la cima te advierte de la ciudad que estás a punto de atravesar mientras que las nubes tejiendo de manera muy especial ese cielo azul intenso iban enseñándonos como hacían juego con las fachadas y sus azulejos.

Estación de tren SÃo Bento

Con nuestro plano en mano, llegamos a esta estación que dicen es una de las más hermosas del mundo. Fue construida a comienzos del siglo XX y su vestíbulo exhibe 20.000 azulejos que representan momentos históricos del país. No te puedes ir sin antes visitarla, aunque esté invadida de gente.

Por la Iglesia de San Francisco apenas pasamos. No pudimos entrar, pero me enteré de que su interior tiene tres naves revestidas con tallas doradas, en las que se cree que se emplearon más de 300 kilos de polvo de oro.

El Paseo de Santo Ildefonso nos hacía sentir como en un museo. Mirábamos a un lado, al otro y hacia arriba y el asombro de lo hermoso no se apartaba de nuestro rostro. Una de estas obras es la Capela das Almas de Santa Catarina, cuyas cerámicas nos recrean la vida de San Francisco de Asis y Santa Catarina.

Oporto hay que caminarlo primero. Luego detenerte en cada monumento…y luego comer…

No me lo podía creer. ¡5€ el menú! En el Restaurante Churrasquería Brasil era posible y muchísima gente lo sabía.  En la zona llamada Vitoria, disfrutamos una deliciosa comida típica y un vino de la casa que sabía a gloria. A mi lado, unos gallegos….y es que estaba muy cerquita de Galicia….

Antes de dejar la ciudad de Oporto, lo que sí debéis hacer al finalizar vuestra caminata, es llegar hasta la Ribeiro, a orillas del Duero y, si queréis, navegar en rabelo, el barco tradicional que antaño servía para transportar la uva hasta las bodegas, habéis llegado al mejor lugar. Sino,  tenéis varias opciones: sentaros solo para dedicaros a la contemplación o acercaros a uno de los numerosos bares a degustar una copita de Oporto….

Parece que la guerra declarada entre Inglaterra y Francia en 1678 es la causante de que hoy podamos disfrutar este vino. Al no poder seguir importando los vinos de Burdeos, los ingleses posaron sus ojos al otro lado del Duero. Ahora, ¿qué tienen que ver los ingleses con esta bebida? Al parecer, mucho. Se dice, que para soportar la travesía por el Atlántico, adoptaron la técnica de un monasterio en la localidad portuguesa de Lamego: añadir brandy al vino durante la fermentación. Como resultado: mayor contenido de alcohol y un sabor más dulce.

Esta es la explicación de que veamos numerosas casas vinícolas inglesas en esta zona de Portugal. Si queréis profundizar en los tipos de oporto o cómo se produce leed este artículo con el que me encontré y que creo que a los amantes de esta bebida os encantará: Del rugby al vinagre. Oporto: sepa usted lo que está bebiendo 

el camino portugués…DE UN LANDROVERO

Después de estar exhaustos de tanto caminar en Oporto, llegamos a nuestro espacio. Salimos rumbo a Viana do Castelo, ya casi en la frontera con Galicia.

Manu buscaba las rutas que lo llevaban por la costa y siempre comer y dormir frente al mar; así que cruzábamos pueblos con calles super estrechas que nos conducían a lugares mágicos, como la Playa de Belinho, llena de  algas, piedras y moluscos… y en la cual se dice que se pueden pescar pulpos. No sé si era verdad, pero «pescamos» a alguien preparándose para bucear y pescar…

Foto de Marita Seara

Luego, casi tropezamos con el Mosteiro de Sao Romao de Neiva, en el Municipio Viana do Castelo el cual, es sencillamente espectacular. No pudimos entrar porque en ese momento se celebraba un matrimonio.  Se dice que este monasterio data de 1022. Pero, lo mejor nos esperaba en frente. Más de 200 escalones…yo creo que 300 ó 400 o no sé…pero llegué exhausta a la cima. Mientras subes las escaleras, a los lados se recreaba el viacrucis hasta alcanzar la cima donde te espera una pequeña capilla y una magnífica vista. Al llegar a la cima, nos dimos cuenta que podíamos haber llegado en coche…

Foto de Manu Delacroix

Ya en Viana de Castelo no podía dejar de subir a Santuário de Santa Luziadedicado al Sagrado Corazón de Jesús. Da igual si eres o no religioso. Es fascinante; sobre todo, la vista del valle portugués.

Foto de Manu Delacroix

Era hora de buscar dónde dormir. La aplicación de Manu,  Park4Night,  nos guió por una ruta que me recordaba a Galicia. Pueblos, playas, gente, llegamos a un punto donde obligatoriamente había que detenerse: un Discovery 1, un albergue al frente y peregrinos del camino de Santiago. Ese era el lugar: el Albergue Casa do Sardão.

Manu estaba maravillado con el Disco y Hugo (el dueño del albergue) con Vicky. Este amor mutuo permitió que durmiéramos con Vicky en el parking del albergue. Entrar era, por supuesto, conseguirnos con otro primo de Vicky. Un Defender. No sé si podréis hacer lo mismo que nosotros, pero yo creo que si sois landroveros, seguro os abrirá sus puertas como a nosotros. El albergue de Hugo es para los peregrinos del camino. Pagan una pequeña cantidad y tienen derecho dormir, a la hermosa estadía, a una pequeña piscina y áreas comunes, como la cocina donde pueden preparar sus alimentos.

Foto de Marita Seara en Albergue Casa do Sardão

Este portugués apasionado de Land Rover  tiene 3 años con el albergue en un camino obligado de Santiago. La playa está muy cerca. Puedes verla desde el albergue. Hugo vivía en Africa y enseñaba a profesores: «cuando enseñas a un profesor, abarcas a más niños que si enseñas directamente a un niño”. Decidió cambiar su vida y creó el albergue en casa de su abuela. Una señora muy bella que quiere estar donde hay gente, sentarse al sol y subir y bajar esas escaleras que pone de los nervios a Hugo cuando ella las camina. No pude saber lo que enseñaba este portugués en África porque su pasión, en ese momento, era hablar sólo de Land Rover…

Dejamos atrás este pequeño y maravilloso refugio y ya la emoción comenzaba a apoderarse de mi. ¡Ya estaba a menos de una hora de Galicia!

Aquí os dejo un vídeo hecho por Manú con algunos de nuestros mágicos momentos en esta ciudad de ensueño.