Hernán Cortés llegó a tierras aztecas y sin ninguna dificultad se apoderó de una de las más grandes civilizaciones del continente: los aztecas, famosos y temidos por sus hazañas guerreras. La creencia de que Cortés era Quetzalcóatl, el abandono que sufrieron los indios por sus dioses y la traición de sus vasallos facilitaron a Hernán Cortés la conquista de estas tierras y, por lo tanto, el inicio de la evangelización de sus habitantes. Santo Tomás Quetzalcóatl – supuesto pre evangelizador de México, una simbiosis entre Santo Tomás de Aquino y el dios Quetzalcóatl-, Guadalupe Tonantzin -Virgen de Guadalupe y la diosa Tonantzin- y el cambio de vestiduras de los dioses paganos por santos cristianos formaron parte de las grandes manifestaciones sincréticas que desde la colonia hasta la época actual se pueden vislumbrar en cada rincón de México.

De esta manera, un país tan nacionalista y religioso como México no puede escapar de la lente de los fotógrafos. Cualquiera inevitablemente captará esas manifestaciones religiosas; en cualquier parte de Ciudad de México el mestizaje religioso está a la orden del día y los altares adornados con santos cristianos e idolatrías paganas cumplirán la petición de sus creyentes. Religioso o no, hubo un tiempo en que el fotógrafo no podía evitar esta realidad. México y, en este caso nos circunscribimos a Ciudad de México, ha sido un escenario para estos artistas. Esto puede verse desde los inicios de la fotografía, un tema que ha formado parte de su constante por hurgar en la identidad del mexicano. Pero, ¿qué ha pasado en los últimos años?. ¿Aun los fotógrafos de hoy son testimonios de este mestizaje religioso mexicano?​

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